martes, 5 de marzo de 2019


SINOPSIS

Arístides andaba lentamente por las heridas calles de nuestra querida ciudad.
Tenía miedo de todo, de encontrarse con algún conocido, con la policía o con algún ladrón sentía muy mal y tenía frío, había entrado en un restaurante para ofrecerse de lavaplatos a cambio de un plato de comida pero cuando lo vieron con el pelo sucio, la barba sin afeitar y con una forma peculiar de hablar, le dijeron que no lo necesitaban, no le faltaban amigos para esta misión, pero cuando le vieron sin nada y medio enfermo le dieron la espalda.

Recordaba a sus padres y hermanos. ¡Qué felices deberían estar en su pueblo! Pero él; los había ignorado desde que llegó a la ciudad Todo el dinero que le habían dado para que   costeara sus estudios, lo había malgastado.

Una carta? Sí, ¡eso haría! les escribiría una carta, casi estaba seguro que no lo perdonarían, el padre de Arístides volvía rendido del campo, empezaba a notar los años y se cansaba con mucha facilidad. Papa ha llegado esta carta para ti.” –dijo Benito abrió sin prisa la carta, y empezó a darle vueltas y vueltas hasta que, levantó los ojos y mirando hacia la cocina, intentó llamar a su mujer Qué pasa?” –preguntó Bonifacia al ver a su marido tan agitado.-“Arístides “Queridos padres y hermanos: les pido perdón por todos los disgustos que les he causado, no haber cumplido ni un solo día con mi obligación de hijo y menos de estudiante “Si ustedes estuvieran dispuestos a perdonarme y a recibirme de nuevo en su hogar, pongan un pañuelo blanco en el árbol que hay entre la casa y la carretera. El vehículo pasaría por su pueblo. El camión pasó velozmente por delante del árbol; pero Arístides lo vio. ¡Estaba lleno de pañuelos blancos que sus padres y hermanos habían atado al árbol! Entendían que el perdón no cambia el pasado pero si el futuro.

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