ARGUMENTO
El árbol de los pañuelos está basado en el argumento de la novela del
hondureño Ramón Amaya Amador (1916-1966) Los brujos de Ilamatepeque (1958),
donde se narra la historia de los hermanos Cipriano y Doroteo Cano, dos ex
soldados del unionista centroamericano Francisco Morazán, que luego de la
muerte del héroe regresan a Llama, su pueblo, para retomar el proyecto
ideológico del derrotado héroe. Estas ideas chocan con dos sectores poderosos:
la iglesia y las autoridades municipales, quienes acusan de brujos a los
hermanos hasta lograr que éstos sean juzgados, condenados y fusilados en medio
de la furia de una población fácilmente manipulada.
Escoto ubica su narración veintitrés años más tarde de
este suceso, cuando Balam Cano, hijo póstumo de Cipriano y Eulalia, regresa a
Llama, convertido ya en un pueblo fantasmal, con la idea de vengar la muerte de
su padre. La asignación del nombre Balam (‘brujo’ en maya) al hijo de Cipriano
no resulta nada gratuita, pues de ese nombre procede el principal elemento
problematizado de la novela. La búsqueda de venganza de Balam se va a convertir
finalmente en su propia búsqueda a partir de ese ser en constante contradicción
de sus dos procedencias (El Balam brujo, indígena; y el Cano, español). En este
sentido, resulta también alegórico el énfasis que hace el narrador en la
vocación cristiana de Eulalia y la cualidad de brujo de Balam, lo cual plantea
un conflicto latente de carácter no solamente religioso, sino
histórico-cultural. De hecho, vale señalar que Llama pertenece a la zona de
Honduras donde hubo mayor asentamiento indígena y donde los españoles a través
de la evangelización y la colonización ejercieron una fuerte influencia.
El árbol de los pañuelos se vale de la anécdota sobre la muerte de los
hermanos Cano como un motivo para construir un discurso rico en símbolos y
haciendo uso de las técnicas narrativas modernas (ruptura del discurso lineal,
monólogo interior, intertextualidad, ambigüedad entre el mundo onírico y el
mundo real). Un elemento intertextual bastante visible es, hasta cierto punto,
el paralelo entre la búsqueda de Balam Cano y Juan Preciado y entre el ambiente
de Llama y Cómala. Sin embargo, estos sólo son algunos motivos que retoma
Escoto de Juan Rulfo, pues El árbol de los pañuelos tiene sus
propias señas de identidad y su discurso no deja de ser menos polisémico. El
personaje Eulogio, el loco, resulta clave en esta narración pues de su relato,
a menudo caótico, surge también el cuestionamiento de la realidad, con sus
ambigüedades y alteraciones. Escoto también se vale de paradigmas universales:
el tema fratricida de Caín-Abel, a través de la relación Balam y Eulogio; el
mito del complejo de Edipo, en la unión simbólica entre Balam Cano y su madre
Eulalia.
Afirmar que El árbol de los pañuelos se
limita a indagar en el tema de la identidad sería limitar sus múltiples
sentidos. El mismo autor ha dado las pistas sobre la intención de su novela: «…
hay introspección, búsqueda de las motivaciones, de las causas, de los orígenes
de las reacciones del ser humano». Es decir, Escoto va más allá del problema de
la hondureñidad, pues a través de la particularidad de Balam-Cano, un ser
humano complejo, problemático, tiende lazos hacia el planteamiento de problemas
más universales: el fanatismo, la violencia, la intolerancia, la lucha entre el
bien y el mal, el mestizaje, el ser humano y la eterna búsqueda de sí
mismo.
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